Ese día el sol no apareció tras la montaña como metódicamente hacia día tras día desde la memoria de los ancianos, y los padres de estos. El pánico se expandió tan rápido como las múltiples teorías que los asustados parroquianos generaban a medida que se iban dando cuenta que el esférico no ascendía. Algunos culpaban a la falta de sacrificios, aunque estos nunca se habían realizado en la comunidad, ya que eran considerados “salvajes”, otros culpaban al chaman, un anciano que ya había perdido la visión, el cual a causa de no haber realizado bien la ceremonia del solsticio; los más racionales señalaban que el combustible del sol se había agotado, por lo cual se detuvo justo debajo del mundo conocido. Incluso se llegó a decir que este había sido raptado por seres extraterrenales, con el fin de provocar la novena glaciación, y sumergir a la humanidad en una oscuridad tan fría que sus almas se marchitarían en la depresión. Mucho se especuló, pero el tiempo pasaba y pasaba, y el sol no se asomaba.
La verdad es que el sol se había marchado a unas merecidas vacaciones, luego de una eternidad trabajando sin faltar ni un dia, con una dedicación difícil de encontrar aparte de un ser supremo. Habia dejado de remplazo a su hermano menor, pero este se había ido de parranda en la noche, por lo que terminó con una curadera digna de dioses del Olimpo, Dionisio se sentiría orgulloso, cuando despertó ya era demasiado tarde, su jornada de trabajo se había pasado, por lo que luego de comer algo para recomponer la caña, llamo a unos amigos y volvió a salir a carretear, donde la historia se repite nuevamente, y nuevamente, y nuevamente.
Con esta nueva era de oscuridad, el hombre aprendió a vivir con ella, incluso a amarla, se construyeron enormes faros alimentados de agua, una nueva tecnología que solo la necesidad puede crear.